En el intento del tiempo indemne,
en la sonrisa de la Fama desconocida.
En la rama del eneldo aprovechado.
En el límite del sonido abreviado.
Con la sonata cubriendo mi testa
descubro o reencuentro las idas y venidas
que antaño minaron mi cara.
Cuán gráciles los vuelos de Atoivag,
al son de los sones,
a la vera del inmenso
Mar.